jueves, 1 de septiembre de 2011

His skin.

Que luego te bese en la punta de la nariz, mientras te acomodas en su pecho y el juega con tu pelo.
Eso es gloria.
Y que te diga que el tiempo contigo no es oro, que ni si quiera se puede comprar con todo el dinero del mundo.
Y que, justo entonces, rompiendo el momento más mágico de toda la tarde y de toda una vida, te llame tu madre diciendo que subas a casa en seguida.
–En cinco minutos –le contestas, y le cuelgas justo antes de que pueda reprimirte algo.
Y que vuelvas a jugar con su pelo, que se te resbale entre los dedos.
Y que vuelvas a pedirle besos, miles de ellos, y sin rechistar te los regala, te coge por la cintura y te aprieta fuerte contra él mismo.
Y que te des cuenta de que te quedan sólo dos minutos, así que se lo dices.
–Pues aprovechémoslos juntos –y, acabando la frase, que te vuelva a dejar muda, aislada del resto del mundo con el mejor de los vicios, que es su piel. 

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