martes, 21 de junio de 2011

Hypnosis (I).

Estaba eufórico, se me salían los ojos de las cuencas y en el mismo espejo podía ver cómo se iba hinchando cada vez más la vena del cuello. No iba a olvidar esa noche, ni yo ni mis fans.
En el camerino, repasaba letras de canciones, aunque sabía de sobra que podría cantarlas sin dificultad, algo que tú mismo escribes es difícil de olvidar. Entró Kattie, la chica morena, bajita, aunque siempre con tacones, y de exuberantes pechos. Llevaba un vestido negro bastante ceñido, le quedaba perfecto, ella siempre tenía que ir con ese glamour que hacía que todas las niñas quisieran llegar a ser ella, aunque pocas la conocían, era nuestra representante.
-¿Estás listo, Nick? -me preguntó mientras miraba unos papeles, y me fijé en sus uñas, siempre llevaba una perfecta manicura francesa de película.
-Sí, pero no salimos hasta dentro de cuarenta minutos.
-Pero todo listo,¿ver..?
-Verdad -le interrumpí, y salió de mi camerino cerrando la puerta casi con suma delicadeza.
Me di la vuelta y seguí a mi guitarra y a mis canciones, afinando la Fender y la voz. Kattie volvió a entrar, y sin darme la vuelta empecé a gritarle.
-¿Qué quieres, joder? ¡Te he dicho mil veces que no me interrumpas tanto antes de los conciertos, Katt! -me giré en la silla, y Kattie no estaba por allí, estaba Josh, el batería. Era un completo idiota, pero el mejor amigo que te puedes echar y un batería de primera.
-¡Eh! Baja esos humos -dijo con una sonrisa en la cara mientras abría la mano, y dejaba enseñar una bolsita de plástico con pastillas azules dentro-. Estas son las tuyas -y, a la par que decía eso, me las lanzaba, y yo con la mano las cogí.
-¿Qué es esto? Totalmente nuevo... Qué bien vives.
-No vas a volar, no vas a ver todo de colores, pero te aseguro que cuando las hayas probado, no te vas a arrepentir, son el jodido cielo, chaval. Un cuarto de hora antes y a darlo todo en el escenario. Ethan y Tyler están a lo suyo, no saben salir de la maría.
Echamos a reír, los dos conocíamos cómo eran el bajista, Tyler, y la otra guitarra, Ethan. Sabíamos perfectamente que sacarlos de su mundillo de la marihuana era imposible, pero siempre dijimos que eran ellos los que perdían. Fuimos con ellos, nos sentamos en los butacones que había en la sala de Tyler y estuvimos allí, oliendo a porro y colocándonos con ellos.
-Quince minutos -dijo Katt cuando pasaba por nuestra puerta.
Entonces Josh y yo nos miramos, echamos la mano al bolsillo y nos tragamos unas cuantas pastillas.

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