sábado, 14 de enero de 2012

Journey: 09.01.12

3:00 am: Salida de AB “deprisa y corriendo” tras despedir a F.
3:05 am: Ya en la carretera, me cuesta pensar que vuelvo a Torquay. Dejo tanto aquí pendiente, en España, que a la mínima echo a llorar. A la derecha de la carretera veo un bar/pub de ambiente con demasiadas luces de neón, y entonces pienso en lo rota que tiene que estar por dentro la gente que frecuenta ese tipo de locales.
5:24 am: Llegada a Barajas. Mas frío que nunca o tanto como siempre, ya me cuesta recordar la última vez que vine aquí de madrugada, hace cuatro meses, además exactos. Entro corriendo, sin soltar el bolso y miedosa. “Esto cuesta más de lo que pensaba” pienso, y recuerdo la cara de mi madre en la puerta de casa, mientras mi padre le daba al botón del menos uno para bajar al garaje. Eso ha sido lo peor del viaje, tener que verla así. Si por mí fuera (aunque lo es en gran parte), me quedaba todo enero con ella. “A ella sí que le tiene que estar costando”.
5:45 am: Paso por el control de seguridad tras despedirme de mi padre y llorar más aún.
6:00 am: Después de deambular un poco por el aeropuerto y pensar en varias cosas, llego a la puerta de embarque, saco los cascos que F me había regalado varios días atrás y pongo música con el propósito de animarme. No lo hace, y la gente me mira cada vez peor. Veo una llamada perdida de papá, hablo con él sobre dinero y vuelvo a echarme a llorar. Le envío otro SMS a F. Vuelvo a echarme a llorar.
6:27 am: Parece que todo el mundo piensa entrar ya al avión, y eso me enerva porque me han alarmado para nada. La puerta no está abierta todavía. Me calmo un poco, pasaporte y tarjeta de embarque en mano y “Rape me – Nirvana” sonando en mi nuevo iPod. La gente sigue mirándome raro, ¿tan difícil es comprender que dejar tu hogar no es fácil? Vuelvo a echarme a llorar.
6:50 am: ¡Por fin! Embarcamos. “No sé por qué he pensado que eso era hasta algo bueno…”
8:40 am (hora Londres): Llegamos a Heathrow, y mi maleta no sale hasta una hora después; “¡maldita!”. Ya no lloro, pero en mi cara se ve el perfecto cansancio de cuatro días de llantos y malos sueños. Hablando de sueños, he conseguido dormir un poco en el avión.
10:24 am (hora Londres): Llego a Paddington vía “Heathrow Express”, me siento frente a un monitor de salidas y me pongo música. Una chica iraní se sienta a mi lado y me pregunta cómo ir a Bath, tengo poca idea, así que la mando a información. Vuelvo a ponerme los cascos.
“Face the truth and try to swallow”
Es lo primero que oigo, y me vuelven a venir las lágrimas a los ojos, pero las contengo e intento ser fuerte y afrontar la verdad e intentar tragar.
10:29 am (hora Londres): Mi tren no sale hasta dentro de cuatro horas. ¿En serio? ¿Otra vez “Rape me – Nirvana” en mi iPod?
10:40 am (hora Londres): Carmen, una chica de mi colegio se me acerca, me convence para sacar los billetes y en una hora y poco estamos en el tren vuelta a Torquay. Al fin consigue calmarme, y me encuentro con más suerte de la que empecé este viaje.

miércoles, 11 de enero de 2012

21.12.21

Acabo de abrir la caja del móvil que perdí a comienzos de este verano, por si había algo de provecho para cualquier otro cacharro digital.
He encontrado unos cascos NOKIA y su adaptador USB, algo es algo, pero lo que he encontrado que sí que vale la pena es una nota (bueno, en realidad han sido dos, pero la que más valor tiene es la más pequeña. Adoro como, irónicamente, las cosas pequeñas suelen ser las más importantes para nosotros, o las que más sonrisas nos saquen aún sin querer, mientras que las grandes simplemente son lo normal; importante, sí, pero no nos llenan tanto como las anteriores ni les prestamos tanta atención).
Entonces he recordado toda la historia de esa nota, ya que hace poco tiempo me preguntaba dónde estaría (estaba segura de que no era en la basura, ¡ni loca tiraría ese trocito mal cortado de papel!). Su historia comenzó hace más de un año y tres meses, cuando la feria de Albacete había empezado y con ella la fiesta que suponía, y los encuentros con viejos conocidos.
Cuando he encontrado la nota lo primero que ha salido de mi boca ha sido una sonrisa enorme, de oreja a oreja, seguida de una lágrima que ha caído desde mi ojo izquierdo hasta el final de mi mejilla, resbalándose y secándose poco a poco.
Recordé la casa de R, su salón concretamente, una pizza en medio de la mesa y tres vasos sobre ella. A un lado estaba él, y al otro estaba C.
A R lo había conocido ese mismo año un día diez de enero, el cual nevaba. Y a C lo había conocido poco después, el doce de marzo de ese mismo año, gracias a que era el cumpleaños de R. A pesar de que conocía a los dos desde hacía poco, los conocía como si de años nuestra amistad se tratara, y por eso C mecanografió en una vieja máquina de escribir las siguientes palabras, en mayúscula:

ANAGE, LEE ENTRE LINEAS.

Las letras tenían muy poca tinta, pero eso le daba la gracia. Parecía vieja y apenas acababa de escribirla. Malgastó todo un folio sólo para escribir cuatro palabras (y además mal escritas). Aún hoy la nota es legible, mas tiene aún menos tinta, aunque esto último no me importa, porque me da igual lo que signifique esa nota, lo que me importa es el recuerdo que me trae, la felicidad que me hace sentir. Esa plena felicidad.
Licencia Creative Commons
Este obra de Ana Gracia Martínez está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.