Acabo de abrir la caja del móvil que perdí a comienzos de
este verano, por si había algo de provecho para cualquier otro cacharro
digital.
He encontrado unos cascos NOKIA y su adaptador USB, algo es
algo, pero lo que he encontrado que sí que vale la pena es una nota (bueno, en
realidad han sido dos, pero la que más valor tiene es la más pequeña. Adoro
como, irónicamente, las cosas pequeñas suelen ser las más importantes para
nosotros, o las que más sonrisas nos saquen aún sin querer, mientras que las
grandes simplemente son lo normal; importante, sí, pero no nos llenan tanto
como las anteriores ni les prestamos tanta atención).
Entonces he recordado toda la historia de esa nota, ya que
hace poco tiempo me preguntaba dónde estaría (estaba segura de que no era en la
basura, ¡ni loca tiraría ese trocito mal cortado de papel!). Su historia
comenzó hace más de un año y tres meses, cuando la feria de Albacete había
empezado y con ella la fiesta que suponía, y los encuentros con viejos
conocidos.
Cuando he encontrado la nota lo primero que ha salido de mi
boca ha sido una sonrisa enorme, de oreja a oreja, seguida de una lágrima que
ha caído desde mi ojo izquierdo hasta el final de mi mejilla, resbalándose y
secándose poco a poco.
Recordé la casa de R, su salón concretamente, una pizza en
medio de la mesa y tres vasos sobre ella. A un lado estaba él, y al otro estaba
C.
A R lo había conocido ese mismo año un día diez de enero, el
cual nevaba. Y a C lo había conocido poco después, el doce de marzo de ese
mismo año, gracias a que era el cumpleaños de R. A pesar de que conocía a los
dos desde hacía poco, los conocía como si de años nuestra amistad se tratara, y
por eso C mecanografió en una vieja máquina de escribir las siguientes
palabras, en mayúscula:
ANAGE,
LEE ENTRE LINEAS.
Las
letras tenían muy poca tinta, pero eso le daba la gracia. Parecía vieja y
apenas acababa de escribirla. Malgastó todo un folio sólo para escribir cuatro
palabras (y además mal escritas). Aún hoy la nota es legible, mas tiene aún
menos tinta, aunque esto último no me importa, porque me da igual lo que
signifique esa nota, lo que me importa es el recuerdo que me trae, la felicidad
que me hace sentir. Esa plena felicidad.
Sucede y ocurre que algunas cosas no valen por lo que són, sino por lo que evocan... o por lo que pueden llegar a ser... tantos recuerdos semillados en cosillas.... cuantas semillas recordadas gracias a tu post.... gracias Anage
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