miércoles, 30 de mayo de 2012

Gusiluz.

–Te echo de menos –le dije.
–Tranquila, sólo quedan dos semanas.

El tiempo se paró en ese mismo instante. Dos semanas. Dos semanas. Eso ya no es nada para el tiempo que he pasado aquí. Llevo nueve meses deseando que llegue este momento, que llegue el día siete de junio y vaya a la fiesta con el vestido más bonito del mundo y que seguidamente llegue el dieciséis y esté en Gatwick facturando una maleta enorme. He soñado con todo lo que podía soñar: he soñado con que todo iba bien, he soñado con que mi avión se estrellaba, he soñado con que ya estaba allí, en Albacete; he llegado a soñar con que alguien me mataba y no os volvía a ver. Pero aunque haya soñado con todas esas cosas, eran solo pesadillas por la noche mientras dormía en una cama que no era la mía. Muchas mañanas me he despertado con lágrimas en los ojos porque no encontraba a nadie a mi lado o a mi madre en la cocina, o un vaso de leche de desayuno. Demasiadas veces. Pero esto está acabando, no me imaginaba que sería todo tan deprisa. Pensé que nueve meses tardaban más en pasar, pero no. Mi estancia aquí ha sido como una canción: rápida, dejando mucho que desear, con altibajos y con muchas cosas que recordar. Muchas. Demasiado buenas como para olvidarlas.
He echado de menos a mucha gente, muchas cosas, muchas emociones; pero he aprendido también loads of new things que siempre recordaré y llevaré dentro de mí. Tendría que darle las gracias a varias personas por todo eso, mas a la más importante ya todos la conocéis… 
Es una chica que llegó un tanto tarde al colegio, ojos verdes y delgadita (EJEM EJEM) que durante una gran clase de TOK no dejaba de mirarme a los ojos, hasta que al final dijo: "Oye... tú eres española, ¿no?"


¿Española yo? ¡Qué va! Me dieron ganas de decirle "Whaaaaat?" con acento de yoquésédónde, pero no lo hice, vaya qué raro en mí.


Y pasaron los días, y las semanas y los meses, y tenía a la lapa de Luz pegadita a mí. TODO EL RATO.











"Complementarias"


Y aunque a veces se pusiera un tanto pesada ahí estábamos las dos día sí día también (EJEM EJEM), teniéndonos la una a la otra, COMO DEBE DE SER.

No tengo mucho más que decir, solo que...


Voy a echarte de menos, Gusiluz, no te imaginas cuanto. Aunque, esperemos que lo más probable sea que el año que viene sólo tengamos tiempo de estudiar y de quedar la una con la otra, de "chilli" o de "chill out", como tú y yo solemos decir.

Gracias por todo.


Estás loca.


Pero te quiero (poco). Nah, qué va, te quiero lo suficiente como para comprarte por dos vacas y tres camellos. Eres perfecta tal y como eres, no cambies y deja de ser tan pija (L).



martes, 22 de mayo de 2012

Like any other post.

El olor.
El mejor sentido de todos sin duda alguna. El sentido capaz de hacerte viajar en el tiempo y recordar viejos momentos, el sentido capaz de hacerte olvidar cómo es algo para éste desde su última vez hasta que vuelves a olerlo.
A mí, personalmente, me fascina el olor de lo nuevo. Ver un libro nuevo en mi estantería me hace hojearla rápidamente cerca de mi nariz, y oler a árbol tintado mientras oigo las hojas pasar una por una (“trrrrrrr”), rápidamente.
Pero su olor es algo alucinante; indescriptible y de otro mundo. Te deja sin aliento en cuanto entra a la garganta y lo saboreas también. Hace mucho que no lo huelo, hace mucho tiempo que llevo sin su olor pegado a mi piel. Ese olor extraño a chicle mezclado con perfume y con champú. Ese olor extraño a ese chicle mezclado con ese perfume y con ese champú.
Lo echo de menos. ¿A ese olor? , qué va. A quien echo de menos es a él.

martes, 8 de mayo de 2012

F, F, F.

Que esa sonrisa que pone justo antes de besarme y justo después, me da la vida.
Que esas horas juntos parecen segundos, el tiempo se pone a jugar con nosotros y se piensa que no nos damos cuenta.
Que esas llamadas antes de acostarnos hacen que por la noche me vaya a la cama con la sonrisa más tonta del mundo, que parezco gilipollas un poco tonta, o quizás un poco de más.
Que esos ojitos que me pone para que le de un beso, me roban el alma.
Que cualquier frase que me diga me haga plantearme lo de que la perfección es imposible, porque él es real.

Pero ante todo, sé que nos amamos más de lo que dos personas pueden amarse en este mundo.

domingo, 25 de marzo de 2012

Jealousness.

“Érase una vez que se era una chica muy guapa, de ojos verdes y pelo castaño claro, que resultaba cobrizo al sol. Ésta era la más bonita del reino de Tuirland, y cuando paseaba por la plaza del pueblo las princesas la miraban con envidia, los hombres con deseo y codicia, y sus pocos conocidos con una sonrisa de encanto. La muchacha era dulce con todo el mundo, daba sin esperar a cambio; y era por esto por lo que mucha gente la odiaba: por envidia. Ella nunca se había mirado en un espejo, nunca había visto su belleza reflejada en un lago, en un charco, o en una cuchara de plata. Todo hay que decirlo; Marina no pertenecía a una familia rica, pero en esa época la gente vestía corsés y vestidos largos o de trajes caros siempre, aunque no tuvieran el dinero suficiente para comprarlos. Marina no tenía ni apellido, aún así se la conocía por todo el reino de Tuirland por su belleza, mas ella no había oído rumor alguno.
Su madre siempre le decía que estaba radiante; la peinaba y la vestía día tras día, aunque la muchacha ya tuviera sus diecisiete años ya cumplidos. No tenía muchas amigas porque Marina vivía a las afueras del pueblo, y su madre se encargaba de darle un mínimo de educación. Ella iba todas las mañanas al mercado del pueblo, que iba desde la iglesia hasta la plaza del palacio, recorriendo una inmensa calle llana por donde los carruajes pasaban anchísimamente. Los domingos solía ser cuando más gente iba al pueblo, desde las aldeas más cercanas e incluso de otros pueblos más pequeños del reino. Este pueblo en el que Marina vivía era el más grande e importante de todo Tuirland, era donde la familia real tenía su palacio y vivía la mayoría del tiempo. Marina no tenía hermanos mayores o pequeños, aunque ella siempre había deseado tener una hermana pequeña a la que peinar y cuidar. Su madre se quedó viuda cuando la pequeña aún tenía solo dos años, por lo que nunca conoció a su padre.
A Marina le encantaba ir a comprar al mercado, encontrarse con sus amigos y tener alguna conversación con los comerciantes, haciendo tratos con éstos. Solía pasearse desde el palacio hasta la iglesia, donde recogía a su abuela y se iba a su casa a bordar algún vestido nuevo con ella. Esto lo hacía todos los días salvo los domingos, cuando la misa empezaba más pronto y así recogía a su abuela antes, y desde la iglesia bajaban al palacio viendo el mercado y comprando algún que otro caprichito.
Pero este domingo era diferente, su abuela se había puesto mala, y Marina decidió ir a visitarla después de haberle comprado algo en el mercado que llevarle a su casa. Así pues, desde la iglesia fue bajando hasta el palacio, parándose en cada puesto de frutas, verduras, pescado, carne, vestidos, lana y tela, herramientas de trabajo, muebles… Ese domingo el mercado estaba a rebosar. Se fue parando con cada persona, dándole dos besos a todo el mundo que conocía. Cada vez más y más gente le miraba con encanto, mas envidia, y la mayoría le decían lo guapa que estaba ese día, a la intensa luz del sol. Siempre que alguien le alagaba, ella otorgaba la más bella sonrisa; sus ojos brillaban verdes, mientras su boca se abría sonriente y sus dientes lucían el más puro blanco. La gente quedaba pasmada, inmóvil frente a ella con cada una de sus sonrisas.
Marina compró ese día fruta y telas nuevas para terminar el vestido que tan bonito les estaba quedando a ella y a su abuela. Llegó al palacio y sintió envidia por las princesas, las cuales lucían trajes de gala: era el cumpleaños de la más pequeña y habían decidido salir a la plaza a festejarlo. Las princesas la miraban con mala cara, ceño fruncido y mueca de desperdicio. Marina iba ese día con el traje más nuevo que tenía, mas compararse no podía con el de las niñas de la realeza. Sintió cómo la mala cara de las princesitas se le clavaban poco a poco como agujas en la piel; no hacía daño, pero las notaba y le molestaban. Por un momento deseó ser una de ellas; conseguir todo lo que quisiera con un chasquido de dedos y ser tan guapa como ellas lo eran.
Marina sentía envidia por la belleza de las princesas, lo cual no tenía ningún sentido, pues ella era la más guapa del reino. Pero marina no se conocía, no sabía cómo era aunque la gente siempre le dijera lo guapa que estaba ese día, y al siguiente, y al siguiente del siguiente…
—¡Eh, usted! ¡La del vestido azul! —Marina se dio la vuelta, y vio a un hombre viejo, casi sin dientes, vestido con harapos viejos y con pinta de ermitaño.
—¿Q… qué quiere? —dijo balbuceando y sin confiar demasiado en el viejo. El hombre estaba de pie tras un pobre escaparate, el cual se componía de una mesa pequeña cubierta por una manta, sobre la que había pocas cosas viejas, algunas incluso ya oxidadas.
—Usted tiene envidia de esas tres, ¿verdad? —Marina negó con la cabeza, sin dejar de echar algún que otro reojo a las princesitas— No me mienta, que conozco esa cara. ¿Cómo se llama?
—M… Marina —volvió a balbucear, dudando en si debía o no decirle su nombre a aquel hombre.
—Tenga, coja esto y váyase a su casa —dijo con una sonrisa, ofreciéndole una caja vieja que no tenía brillo alguno—. No las envidie, simplemente ábralo frente suyo.
—No, gracias.
—Cójalo —dijo esta vez más serio.
—Ya le he dicho que no lo quiero, pero gracias —se dio la vuelta para seguir caminando hacia casa de su abuela, mas alguien le agarró del bolso y le hizo girarse hacia él.
—Cójalo —la cara del viejo esta vez era mucho más seria, con el ceño fruncido y unos ojos negros como el carbón que inquirían en lo más hondo de Marina. Ésta hizo caso al viejo, y lo guardó en su bolso, mas echó a correr hacia su casa al minuto de haber cogido la caja de metal.
A mitad del camino, en el bosque que separaba su casa del pueblo, se sentó bajo un árbol, sobre el césped, y sacó la caja para mirarla detenidamente. Ahora la caja brillaba fuertemente.
—Es… esto es plata —se dijo Marina a sí misma, anonadada. Se quedó sentada frente a la caja, mirándola durante un buen rato.
“¿Podrá abrirse?” se preguntaba, observando una ranura a mitad de ésta, mas no se veía hueco alguno donde colocar una llave. Tras mucho tiempo pensando, agarró la caja y la metió en el bolso.
Llegó a casa, dejó la compra en la mesa de la cocina y fue a su cuarto, se sentó en el suelo y volvió a sacar la caja del bolso.
“Es preciosa” pensaba. Cada vez el plateado cofre brillaba más y más ante sus ojos, por lo cual Marina quedaba sorprendida a cada segundo que pasaba. La cogía, la levantaba, la observaba a la luz del sol y la volvía a dejar en el suelo, dándole vueltas y vueltas antes para encontrar el cómo abrirla. Entonces, ella sola se desquició, apoderóse de ella la locura y, con toda la fuerza que pudo sacar de su cuerpo, la arrojó de nuevo al suelo.
La caja ni se inmutó, mas cuando Marina se dio la vuelta para tumbarse en su cama, esta emitió un sonido sordo y se abrió. Ante los ojos de la diecisiete añera más preciosa del reino, la preciosa caja de plata estaba completamente abierta, y dentro de esta no había más que un sucio espejo.
Marina fue corriendo a la cocina, y cuando hubo traído un paño a la habitación, más desquiciada todavía se puso a limpiar el espejo. Finalmente, con el último movimiento de limpiar, se vio reflejada. Vio su belleza en el espejo a la luz del sol, con su pelo cobrizo, sus mejillas llenas de pecas, su nariz pequeña y refinada y esos ojos verdes que brillaban alegría. Estos tornaron desde la más pura felicidad al más puro codicio.
Y desde ese día, la pobre Marina nunca volvió a ser la chica simpática, amable y no rencorosa que había sido siempre.”

miércoles, 29 de febrero de 2012

Sólo para él. Y para nadie más.

Hace mucho, mucho tiempo que no me pongo a escribir algo serio, pero no me arrepiento de ello, tal y como él me ha enseñado. Y es que si algo de tiempo me sobra estos días y desde que llegué a Torquay, se lo dedico a él, que se lo merece. Si tuviera que enumerar todo lo que F se merece, podría hacer aquí una lista de tropecientas páginas y nadie salvo él con una sonrisa de confusión lo leería. Bueno, él… y yo.
El caso es que hoy hace seis meses que empecé una nueva vida junto a esa persona que tanto me ha cambiado (siempre para bien), que me roba las contraseñas y publica en este blog, que me llena de besos, abrazos y caricias (y cómo no, dentro de esta sección se encuentra el que me “rasque de repelús”), que me mata y me emboba con cada sonrisa, con cada mirada y con cada vez que se acerca a mi oído para decirme que me quiere. Es esa persona que me hace no escribir, y que cuando escribo sea sobre él, o sobre futuros con él. Es F.
Si me pusiera a escribir cómo es… seguramente empezaría por decir que mide metro noventa y pico y que está tan delgado que de lado se vuelve invisible. ¿Que por qué empezaría por el físico? Para que os lo imaginéis. Tiene el pelo precioso, con su color natural entre castaño claro y rubio oscuro, con esas ondulaciones que le llegan ya hasta mitad de la espalda que hacen estremecerse a cualquier peluquero. A cualquier peluquero… y a mí. ¿Y a quién no? Pues a Ana, su madre, que se empeña pese a la grandiosidad de su melena en que se lo corte mucho. Muchísimo. Demasiado, para nuestro gusto.
Me voy por las ramas. ¿Que cómo viste? Bueno, es un chico P&B, tiene buen corte y sus camisetas no están mal. Dadle más tiempo, y veréis. Su personalidad… no tiene límites. Creo que ni tiene principio. Toca la guitarra como el que mejor, tiene buen gusto de música (si estás leyendo esto y no tienes ni idea de la música que me gusta, pues más o menos; rock), es educado y cortante, sabio y modesto, rudo y perspicaz. Lo tiene todo, y por eso me atrae.
El caso es que si tenéis quejas sobre mi blog últimamente, os entiendo, sea quien sea que siga leyendo este blog, porque F me hace dedicarle tanto tiempo que no me apetece ni escribir medio párrafo, tengo inspiración pero no puedo ponerle palabras.
Y así van seis meses ya, medio año, sin escribir nada productivo aquí. Y es posible que con esta entrada se cierre mi blog, con una entrada de amor. Y si no se cierra, escribiré poco, o no demasiado. No sé lo que voy a comer mañana, así que no me preguntéis cuánto voy a escribir aquí. Sólo quiero felicitarnos el medio año.
Siéntete querido, F. Siéntete amado, porque lo estás.

Ana Gracia Martínez Vergara

lunes, 27 de febrero de 2012

Miss him so much.

Hoy, solo tengo una foto. Pero es "la foto".

Le echo de menos.
A él y a sus cosas.

domingo, 5 de febrero de 2012

Felices 17, te amo ♥


*Esta entrada es para ti, si para ti, la dueña y escritora de este Blog...y...de mi corazón.

-Bueno, qué decir…hmmm…. ¡Felicidades! ^^. Supongo que es lo suyo teniendo en cuenta que hoy es tu cumpleaños, ¿no?
Simplemente quería decirte una vez mas lo mucho que me importas, que eres perfecta pese a lo que digas, que te mereces todo lo que te doy y mucho mas (en el buen sentido, no en plan azotes y posesiones sadomasoquistas). No me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida, ya lo sabes, pero no me perdonaría perderte, por eso día a día trabajo duro para que sepas que siempre estaré ahí pase lo que pase.

-Me encanta tu forma de ser, divertida, espontánea, buena persona, cariñosa y novia impecablemente perfecta. No tienes ningún defecto, por mucho que digas y pienses, me encanta tal y como eres. Sabes cómo sacarme esa sonrisa que tanto te gusta, y a mi me encanta hacerte feliz con ella.

-Este es tu primer cumpleaños que “paso” contigo, pero para nada será el ultimo, nos quedan muchos por delante, lo sabes, a partir de ahora los celebraremos todos juntos, digamos de aquí a…, creo que no sabría decirte cuando acaba el infinito, ni pienso investigarlo, por que para mi esto va a ser eterno, por que como muchas veces te digo, eterno significa sin principio ni fin, para mi ya estaba destinado a estar contigo desde que nací. Nunca había conocido a alguien que me complementara, me llenase y me hiciera rebosar de energía y felicidad de esta manera. Haces feliz cada uno de mis días de existencia, sin excepciones. Sabes como sacarme esa sonrisa que te encanta ver y desde luego me motivas para ver un futuro que solo sé compartir de una manera contigo, a tu lado. Estoy deseando construir una nueva vida contigo, ya hemos empezado a hacerlo, pero queda mucho camino, historias, experiencias y recuerdos inolvidables que van a hacer de nuestras vidas perfectas.

-Ana, estoy enamorado de ti, desde aquel primer “Te quiero”, por que antes de eso, ya estaba enganchado a ti, pero tenia miedo de volver a tropezar con la misma piedra, esa con la que me he caído tantas veces, pero ha merecido la pena, totalmente. Supongo que para disfrutar de todo esto necesitaba sufrir bastante para darme cuenta de lo que valen las cosas, de que una chica como tu no se encuentra cada día, es mas, dudo que mucha gente encontrase este tesoro en toda una vida, lo cual me parece triste y a la vez me hace sentirme afortunado de tenerte en mi vida.

-La distancia para mi no significa nada, no afecta en nada lo que siento por ti, desde el segundo cero ya sabia que quería estar contigo, aunque estuviéramos 1000 miles away, sé que nuestro amor supera todas esas barreras, prefiero totalmente eso a no estar contigo o jamás haberte conocido, por que nada se compara a que cada día, te levantes y te des cuenta de que no es un sueño, de que por fin eres feliz y que tienes a la persona con la que compartir el resto de tus días contigo, ¿cómo no voy a ser feliz?.
¿Cómo no ser feliz sabiendo que la realidad supera a cualquier sueño?

Te amo Ana, poco más puedo decir con palabras de lo que no sepas, mejor esperamos unos días y te cuento el resto de la historia de la mejor manera que tu y yo sabemos, de boca a boca y con tu piel fundida con la mía.

''I found someone to die for, to make it beautiful to live''.


Gracias por ser tú, gracias por ser tú conmigo. Felices diecisiete mi amor. <3

                                                                                                                                 Fran, 
Escrito con ''A'' de amor, como todo lo que siento por ti.

sábado, 4 de febrero de 2012

To miss.

Estaba sentado en un banco del parque a las afueras de la ciudad, con una bolsa roja donde guardaba el agua y todas las cosas necesarias para su diario entrenamiento de baloncesto. Miraba hacia el frente, y de vez en cuando hacia los lados como si buscase a alguien, y yo sabía muy bien a quién esperaba.
Aceleré el paso hasta que me vi corriendo hacia él, moviéndome rápido mas sigilosamente para taparle los ojos y que adivinara mi nombre. Ese día estaba especialmente guapo. Llevaba el pelo mojado y alborotado por el entrenamiento e iba completamente de rojo. Adoraba ponerme esa camiseta para estar por su casa; era roja sin mangas, con su nombre en blanco atrás y el número nueve: una camiseta normal y corriente de baloncesto, pero suya.
—Sé que eres tú; aparta —no lo hice, cosa de la que me arrepentí al segundo. Sacó las manos de los bolsillos y las posó en mi cintura, que estaba justo detrás de su cabeza. Entonces me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Pegué un salto con la primera tanda de cosquillas, pasé por encima del banco y me senté en la parte superior, sobre el respaldo. Él se levantó, se puso frente a mí y me besó en la mejilla.
—¿Cuánto tiempo has estado esperando? —pregunté.
—No mucho para ser tú; la “más-tardona-del-mundo”.
Reí, bajé a sentarme bien en el banco y di dos golpecitos al lado mío con la palma de mi mano sobre la madera para indicarle dónde debía sentarme. No me hizo caso. Me cogió la mano derecha y tiró de mí hasta levantarme y ponerme delante de él. Me rodeó con sus brazos, y noté cómo sus manos se unían justo al final de mi espalda.
—Te quiero —dijo, y seguidamente me besó, dejándome inmóvil y pálida, sin reacción alguna. Poco después se apartó, y pude verle esos preciosos ojos verdes—. Echaba de menos esto, ¿sabes?
—Define “esto”, por favor —dije entre risas, a pesar de ser un momento serio.
—Pues tú, estar contigo, abrazarte y besarte.
—¡Pero si sólo hacía tres horas que no me veías! —volví a reír, y baje la mirada al suelo. Él me cogió la cabeza por la barbilla y me la subió hasta que volví a mirarle a los ojos.
—Pues eso, que te echaba de menos.

sábado, 14 de enero de 2012

Journey: 09.01.12

3:00 am: Salida de AB “deprisa y corriendo” tras despedir a F.
3:05 am: Ya en la carretera, me cuesta pensar que vuelvo a Torquay. Dejo tanto aquí pendiente, en España, que a la mínima echo a llorar. A la derecha de la carretera veo un bar/pub de ambiente con demasiadas luces de neón, y entonces pienso en lo rota que tiene que estar por dentro la gente que frecuenta ese tipo de locales.
5:24 am: Llegada a Barajas. Mas frío que nunca o tanto como siempre, ya me cuesta recordar la última vez que vine aquí de madrugada, hace cuatro meses, además exactos. Entro corriendo, sin soltar el bolso y miedosa. “Esto cuesta más de lo que pensaba” pienso, y recuerdo la cara de mi madre en la puerta de casa, mientras mi padre le daba al botón del menos uno para bajar al garaje. Eso ha sido lo peor del viaje, tener que verla así. Si por mí fuera (aunque lo es en gran parte), me quedaba todo enero con ella. “A ella sí que le tiene que estar costando”.
5:45 am: Paso por el control de seguridad tras despedirme de mi padre y llorar más aún.
6:00 am: Después de deambular un poco por el aeropuerto y pensar en varias cosas, llego a la puerta de embarque, saco los cascos que F me había regalado varios días atrás y pongo música con el propósito de animarme. No lo hace, y la gente me mira cada vez peor. Veo una llamada perdida de papá, hablo con él sobre dinero y vuelvo a echarme a llorar. Le envío otro SMS a F. Vuelvo a echarme a llorar.
6:27 am: Parece que todo el mundo piensa entrar ya al avión, y eso me enerva porque me han alarmado para nada. La puerta no está abierta todavía. Me calmo un poco, pasaporte y tarjeta de embarque en mano y “Rape me – Nirvana” sonando en mi nuevo iPod. La gente sigue mirándome raro, ¿tan difícil es comprender que dejar tu hogar no es fácil? Vuelvo a echarme a llorar.
6:50 am: ¡Por fin! Embarcamos. “No sé por qué he pensado que eso era hasta algo bueno…”
8:40 am (hora Londres): Llegamos a Heathrow, y mi maleta no sale hasta una hora después; “¡maldita!”. Ya no lloro, pero en mi cara se ve el perfecto cansancio de cuatro días de llantos y malos sueños. Hablando de sueños, he conseguido dormir un poco en el avión.
10:24 am (hora Londres): Llego a Paddington vía “Heathrow Express”, me siento frente a un monitor de salidas y me pongo música. Una chica iraní se sienta a mi lado y me pregunta cómo ir a Bath, tengo poca idea, así que la mando a información. Vuelvo a ponerme los cascos.
“Face the truth and try to swallow”
Es lo primero que oigo, y me vuelven a venir las lágrimas a los ojos, pero las contengo e intento ser fuerte y afrontar la verdad e intentar tragar.
10:29 am (hora Londres): Mi tren no sale hasta dentro de cuatro horas. ¿En serio? ¿Otra vez “Rape me – Nirvana” en mi iPod?
10:40 am (hora Londres): Carmen, una chica de mi colegio se me acerca, me convence para sacar los billetes y en una hora y poco estamos en el tren vuelta a Torquay. Al fin consigue calmarme, y me encuentro con más suerte de la que empecé este viaje.

miércoles, 11 de enero de 2012

21.12.21

Acabo de abrir la caja del móvil que perdí a comienzos de este verano, por si había algo de provecho para cualquier otro cacharro digital.
He encontrado unos cascos NOKIA y su adaptador USB, algo es algo, pero lo que he encontrado que sí que vale la pena es una nota (bueno, en realidad han sido dos, pero la que más valor tiene es la más pequeña. Adoro como, irónicamente, las cosas pequeñas suelen ser las más importantes para nosotros, o las que más sonrisas nos saquen aún sin querer, mientras que las grandes simplemente son lo normal; importante, sí, pero no nos llenan tanto como las anteriores ni les prestamos tanta atención).
Entonces he recordado toda la historia de esa nota, ya que hace poco tiempo me preguntaba dónde estaría (estaba segura de que no era en la basura, ¡ni loca tiraría ese trocito mal cortado de papel!). Su historia comenzó hace más de un año y tres meses, cuando la feria de Albacete había empezado y con ella la fiesta que suponía, y los encuentros con viejos conocidos.
Cuando he encontrado la nota lo primero que ha salido de mi boca ha sido una sonrisa enorme, de oreja a oreja, seguida de una lágrima que ha caído desde mi ojo izquierdo hasta el final de mi mejilla, resbalándose y secándose poco a poco.
Recordé la casa de R, su salón concretamente, una pizza en medio de la mesa y tres vasos sobre ella. A un lado estaba él, y al otro estaba C.
A R lo había conocido ese mismo año un día diez de enero, el cual nevaba. Y a C lo había conocido poco después, el doce de marzo de ese mismo año, gracias a que era el cumpleaños de R. A pesar de que conocía a los dos desde hacía poco, los conocía como si de años nuestra amistad se tratara, y por eso C mecanografió en una vieja máquina de escribir las siguientes palabras, en mayúscula:

ANAGE, LEE ENTRE LINEAS.

Las letras tenían muy poca tinta, pero eso le daba la gracia. Parecía vieja y apenas acababa de escribirla. Malgastó todo un folio sólo para escribir cuatro palabras (y además mal escritas). Aún hoy la nota es legible, mas tiene aún menos tinta, aunque esto último no me importa, porque me da igual lo que signifique esa nota, lo que me importa es el recuerdo que me trae, la felicidad que me hace sentir. Esa plena felicidad.
Licencia Creative Commons
Este obra de Ana Gracia Martínez está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.