Jugaba con sus dedos, separándolos y doblándolos, encogiéndolos, mientras miraba al suelo lleno de hierba, que estaba cubierta en algunos tramos por la nieve. Invierno; crudo y frío invierno. Pero no para ella.
–Te echaba de menos, ¿sabes? –por supuesto que lo sabía, eso era una pregunta estúpida. Muy estúpida.
No dijo nada, simplemente dejó de jugar con sus dedos, y empezó a jugar con su pelo, apartándolo y pasando las manos entre los mechones rubios y rizados que tenía frente a ella, separando sus tirabuzones favoritos, los más marcados y perfectos.
–Y ahora, estás como distinta, como muda, como... no tú.
Siguió callada, sonriéndole mientras intentaba encontrar algo en aquellos ojos, tan oscuros y profundos que parecían dos pozos lúgubres e infinitos. Dos agujeros negros en medio de tan preciosa cara.
Le paró de golpe, como cuando un coche frena en seco.
–¿Qué te pasa? –le cogió la cara y le hizo subir la mirada hacia la suya, que la había vuelto a bajar– ¿Tú no me echabas de men...?
–¡Shhh! –Le interrumpió– ¡Cállate de una vez! Quiero grabar este momento tan perfecto en mi mente para cuando vuelva a hacerlo.
Con F de fácil, como todo lo que sale de mí.
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