jueves, 11 de agosto de 2011

Our story 'til now.

Esta es la historia (casi completa pero sin demasiado detalle) de una chica de dieciséis años que tenía a sus amigos repartidos en dos ciudades diferentes.
Ella vivía en Albacete, una ciudad pequeña al sureste de España.
Cierto día, alguien le agregó en una red social preguntándole que quién era. Ella tenía catorce años. La chica encontró totalmente gracioso aquello, y no por ello aceptó esa amistad, sino porque tras hablar cada día con él durante una semana entera día sí día también se dio cuenta de que él era bueno, amable, completamente ya un amigo y ni siquiera se habían visto en persona aún.
No cayó en la cuenta de que ese chico iba a dar un completo giro a su vida de mal a muchísimo mejor.
Se conocieron en enero, y ya en marzo él la estaba invitando a su decimosexto cumpleaños. Nunca se le iba a olvidar ese día. Nunca.
Quedaron para cenar y conoció a dos personas en esa noche, dos amigos –uno más que otro– del chico “Y-tú-quién-eres”.
–Ana, Cristian; Cristian, Ana –les presentó Rubén, y en ese momento cometió el mejor acto de su vida, por así decirlo, por lo menos para ella–. Él es mi mejor amigo de Toledo.
Entonces comenzaron a hablar, día sí, día también. Ella le habó de que tenía una amiga, Raquel, que vivía en Toledo. Cristian también la conocía, y a raíz de aquella conversación, Ana empezó a hablar mucho con ella, a no dejar el ordenador en ningún momento porque era la mejor forma de comunicarse con todos a la vez gratuitamente.
Cristian se convirtió, en poco tiempo, en uno de los mejores amigos de Ana, y eso que no se habían visto ni más de seis horas.
Lo volvió a ver a los seis meses, mientras ella intentaba (sin éxito) convencer a sus padres de que la llevaran a Toledo, o de que le dejasen coger un tren hasta allí.
Finalmente, sus padres le dieron una buena noticia que la animó justo en el momento que lo necesitaba.
–Ana, los amigos de Villamalea –este era su pueblo– están preparando un viaje a Toledo, podríamos ir y tú quedas con tus amigos de allí. Nos alojaremos en el castillo de San Servando.
A ella se le iluminó la cara al instante, ir allí era su mayor deseo, y además iba a ir una semana después de cumplir los dieciséis. Era como un sueño del que no se quería despertar, pero esta vez era verdad, no como las otras muchas veces que soñaba estar en Toledo con Raquel y con Cristian.
Ana consiguió convencer a papá y a mamá de que quedarse en casa de Raquel era mucho mejor que cualquier castillo por bonito que fuera, y allí se quedó a dormir dos noches, probablemente dos de las mejores noches y días de su vida.
Lo malo fue al despedirse. En cuanto entró en el coche, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos sin descansar hasta tres días después. Estaba triste porque los echaba de menos, y eso que acababa de verlos hacía tan solo un par de horas.
Después de esa visita en febrero, Cristian fue un par de veces a Albacete y Ana otra a Toledo, pero quedándose menos de doce horas. Lo genial fue en el cumpleaños de Rubén.
Diecisiete. Jopé, qué cosas, cómo pasa el tiempo… Marina, una muy amiga de Ana, se apuntó ese año al cumpleaños, y junto a Cristian, Rubén y Ana, hicieron una fiesta descomunal en casa de esta última. Fue algo más que perfecto.
Y por aquel entonces a Ana le ofrecieron algo demasiado importante, algo que va a cambiar su vida a partir de ahora, algo que aceptó.
Y por eso ahora, cuando va a Toledo para despedirse de la gente a la que lo más seguro es que la vea en un año porque se va a estudiar a otro país, se pone triste a la hora de decir adiós.
–No es un adiós, es un hasta luego –había dicho Cristian.
Y ella lo sabe, pero lo que no sabe es cuándo lo va a volver a ver en persona, porque le ha prometido que el Skype siempre será un buen medio de comunicación.
–Te voy a echar de menos –y en cuanto él había dicho esas seis simples palabras y la había abrazado… A echar a llorar otra vez. De lágrima fácil quizás.
Lo que no sabe él es que lo que le pueda echar de menos va a ser poco comparado con lo que ella lo haga, va a ser una minucia. Porque él ha significado y significa mucho, demasiado para ella.
Porque él acaba de cumplir los diecisiete, y ella solo pide que por favor le deje estar a su lado en muchos más cumpleaños, que siga siendo lo mismo para ella. Que siga acordándose de que sólo hace un año y medio que se conocen y han compartido más que cualquier otras dos personas que incluso se conocen desde hace más tiempo.
Que la distancia duele, pero Ana consigue sobrepasar el Everest de la felicidad cada vez que lo duele.
Y que dure mucho, por favor.

Gracias por ser como eres, gracias por estar ahí siempre que te necesito y gracias por esas conversaciones interminables que acaban, siempre, en “ciao”.

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