Tienes ese típico nudo en la garganta que no te deja gritar, que lo único que produce son lágrimas y que te hace recordar cada vez más a las personas que vas a dejar de ver durante un tiempo porque están lejos. Habías pensado en la ida, en lo bien que te lo ibas a pasar en tan sólo cuarenta y ocho horas, pero no te habías percatado de la vuelta. Quizás pensabas que ibas a estar allí siempre, puede ser.
Deberías de empezar a plantearte más esas cosas, a creerte eso de "nada es para siempre", al "carpe diem" y a todos los típicos. Porque son verdad, porque aprovecharías más el momento si las pensases constantemente. Y bien sabes que no puedes viajar al pasado y decirle eso que creíste apropiado más tarde, darle ese beso de despedida o poner tal cara en la foto.
Ahora te queda nada más que llorar como un idiota, derramar una lágrima por cada kilómetro de distancia entre tus amigos y tú. Te queda hablar con ellos por internet, poner las cámaras y verlo raro, como que sin tocarle la mejilla no tiene tanta gracia, o que el "no tengo mucho tiempo" te hincha las narices. Pero es lo que hay, no se puede tener todo, es lo que toca.
Recuerda bien el fin de semana, porque aunque cada vez que lo hagas corran un par de lágrimas por tus pómulos, vale la pena que sonrías más. Recuerda lo bien que estabas antes de ir, y mientras allí estuviste.
Sonríe por ellos, dedícales la mejor de tus risas, el mejor de tus momentos y de tus alegrías.
Porque sabes que no vas a volver al pasado, pero puedes remediar el presente y construirte un buen futuro; empieza ahora.
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