jueves, 10 de febrero de 2011

Do you like the oceans?

Sientes cómo te sumerges en el fondo del mar, cómo el agua va siendo cada vez más y más fría y cómo ésta te provoca temblores en las extremidades. Sientes que tu cuerpo no pesa, y que a pesar de eso no flota, que te quedas cada vez sin más aire y que vas perdiendo el control. Ves cómo tus manos ya no se mueven, están quietas y descienden contigo. Tienes ganas de que todo acabe, de que te dejen de pitar los oídos y de que tu garganta vuelva a ser tuya y deje de provocar esos ruidos que te pondrían la carne de gallina en otras circunstancias. Haces un esfuerzo por mirar hacia arriba, y notas las tenues luces a lo lejos, las de las farolas de las calles que cada vez se hacen más pequeñas y nebulosas. Ves que no puedes más, que darías todo por hundirte de una vez y pasar a la historia. Sabías que esto no iba a ser fácil.
Y entonces, justo entonces, recuerdas por qué estás ahí. Estás ahí por motivos ajenos, por idioteces, por cosas que no valen la pena y por gente que no te merece. Has cometido la mayor y última estupidez de tu vida. Sabes que los más cercanos te van a echar de menos, y es por ellos por los que intentas quitarte la cadena del pie, nadar hasta la superficie y respirar hondo mientras les abrazas y besas. Pero eso no va a pasar, hoy no es tu mejor día, ni ahora tu mejor momento: te pesan los párpados.
Tratas de no hacerlo, pero los cierras y te sumerges de nuevo, aunque esta vez en un sueño profundo del que nunca vas a despertar.

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Este obra de Ana Gracia Martínez está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.