lunes, 7 de febrero de 2011

Olores, recuerdos, sensaciones.

Esa colonia, ese olor. Evocar tantas sensaciones, tantos momentos alrededor de su cuello, con la nariz pegada para no desperdiciar ni una brizna de la fragancia. De su fragancia personal, de esa mezcla de perfume, tabaco y chicle de menta; como siempre.
Se me removía el estómago cuando le olía, pero no de la mala forma, sino que me daba un vuelco al acordarme de la primera vez que nos vimos, me sonrió y me dio dos besos. Entonces fue cuando me enamoré de lo que acababa de oler, cerré los ojos e inspiré profundamente por la nariz, y cuando los abrí, noté que se había separado y que me estaba mirando con una sonrisa.
Todo lo demás surgió solo. ¿Quedamos?, recuerdo que me dijo, y yo, sumisa a todo lo que él dijera, asentí con una sonrisa en la cara de oreja a oreja. Respondí en mensaje con un Por supuesto, en cinco minutos en la puerta de ... te quiero. En cuanto lo mandé me sentí estúpida, pero me alegró que respondiera Yo también , empecé a arreglarme y en cuanto lo vi esperando, le propiné un gran abrazo que nos dejó a ambos sin respiración por segundos.
Y eso es lo que me recuerda su olor, me dan ganas de gritarle al mundo lo que siento, necesito que él sepa cuánto me importa.
-Ya lo sé. Siempre te pones así, con esa cara, cuando escribes. Piensas que estoy durmiendo. Te crees que estoy roncando, y te huelo. No sólo eres tú la que se enamoró del perfume del otro. No eres la única.
No contesto, prefiero oler su cuello y acurrucarme entre sus brazos, ajena al exterior.

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